La primera vez que visitamos el solar emergía de él la casa de retiro espiritual de una comunidad religiosa. Subimos a la cubierta de un edificio de cuatro plantas sin más protección que un resalte de diez centímetros en el perímetro y nos sobrecogió la vista. Desde esa inquietante posición elevada, desprotegida, parecíamos dominar todo el valle. Sierra Nevada, la Alhambra, la Cartuja, las cubiertas rojas de la edificación que salpicaba el casco urbano, la extensa planicie…
Esa visión dominó el proyecto desde los primeros dibujos. ¿Como seguir capturando esa inmensidad cuando construyéramos un edificio tan grande y rotundo, capaz de albergar las 419 habitaciones del programa? ¿Como colocar una pieza inmensa, tan robusta que fuera capaz de resistir cualquier terremoto, y a la vez que fuera ligero, elegante, efímero…
Las vistas sobre la ciudad y el valle de Granada eran asombrosas, pero también desafiaban la solución de las fachadas expuestas al sol de poniente. Para evitar el impacto de un edificio de 92 metros de largo y 6 plantas de altura, desplegamos el proyecto en una suerte de estrella de tres brazos, curvando su huella para suavizar y truncar las perspectivas. La fachada principal se diseñó siguiendo un patrón quebrado que nos permite reorientar las ventanas y protegerlas con largas escamas perforadas. Su función es la de proteger de un sol de la tarde demasiado agresivo sin renunciar a las fascinantes vistas. Se plantea como un homenaje a la arquitectura nazarí, tan granaína, tan rica en sus juegos de luces y sombras. El reto era no caer en un ejercicio de burda imitación, sino trascender el catálogo geométrico de los motivos mudéjares sin perder la fuerza de la luz filtrada a través los pequeños agujeros. Así se intuye un juego de perforaciones triangulares que por necesidad de adaptarse a los requerimientos técnicos y estructurales del material, se termina por definir mediante un pequeño algoritmo paramétrico de génesis plástica.
El resultado es mil edificios en uno. Cambia con todo el recorrido del sol, cuando las sombras crean nuevos patrones en los paños blancos. Brilla como el nácar en el zenit solar y se tiñe de dorado en el ocaso. Y entre uno y otro, miles de formas como cuando se agitan los cristales de un caleidoscopio. Los jóvenes se sentirán seguramente atraídos por la piscina….Esa extraña forma turquesa que invita al baño desde una suave rampa bañada por el agua. Como una playa….
El blanco nacarado del exterior contrasta con lo cálido de los interiores. Las habitaciones se visten de una madera rubia y los espacios sociales se inspiran en los vivos colores de la cerámica granadina.