

La estructura no se concibe como una unidad única, sino como una serie de fragmentos en los que se basan las diferentes funciones del programa arquitectónico. Este principio espacial refleja las dimensiones del lugar y ha permitido jugar libremente con los tamaños de las diferentes partes del edificio y alcanzar el equilibrio adecuado.
Un atrio se extiende, como un elemento evidente, entre dos partes: al este, un gran teatro; al oeste, tres niveles que contienen secciones superpuestas: una escuela de música, salas de teatro y estudios de danza. Esta triple altura confiere al lugar un aspecto noble. El atrio se erige como el corazón palpitante del centro que reúne todas las funciones del programa arquitectónico en una estructura colectiva y un lugar para compartir, un centro de unión y coexistencia. La luz natural inunda el interior.
Las partes acristaladas invitan a descubrir los diferentes espacios. Este lugar está pensado para crear vínculos y ofrece unas vistas preciosas a su jardín. De hecho, este jardín embellece el centro cultural y lo pone de relieve de forma maravillosa. En este espacio exterior se ha realizado un pequeño teatro al aire libre y dos grandes salas de ensayo colectivo dan generosamente al exterior. La disposición, a la vez sencilla y elaborada, tiene la ventaja de hacer que todo el lugar, organizado de esta manera particular, resulte agradablemente compacto.

El centro combina la practicidad con la expresión poética y la densidad del edificio garantiza una maravillosa fluidez en el interior: para recorrerlo, hay que recorrer distancias cortas por pasillos bañados de luz natural. Con su disposición de salas, unidas por una gran cantidad de luz, este centro invita a recorrerlo y subraya los diferentes aspectos de su rico programa arquitectónico.