
El terreno se ubica en una zona semiurbana en la comuna de Le Rouret.
El antiguo paisaje del valle, marcado por una actividad agrícola ya desaparecida, ha dado paso gradualmente a una constelación de villas, entre las que se conservan, aquí y allá, algunos muros de terrazas y olivos centenarios, discretos testigos del pasado.

Afortunadamente, el terreno donde se ubica el proyecto conserva dos esbeltas terrazas de piedra seca, así como cuatro majestuosos olivos centenarios. Preservar la claridad de este patrimonio paisajístico fue una prioridad clave del diseño.
La forma de la villa de 120 m² surgió de forma natural, encajándose entre los cuatro olivos y adosada a las terrazas ubicadas en la parte alta del terreno. La elección de cimentaciones de pilotes helicoidales, combinada con una estructura de entramado de madera, limitó los movimientos de tierra, respetó la proximidad de las raíces y conservó la forma natural del terreno.
En la terraza, un olivo sirve de ancla, un auténtico eje alrededor del cual se orientan los volúmenes de la casa: al sur para captar la luz y al noroeste para ampliar las vistas.

La disposición de los olivos también guió la creación de un recorrido arquitectónico, tanto interior como exterior.
Gracias a las diversas aberturas, se teje una relación simbiótica entre la arquitectura y el paisaje circundante, revelando sutilmente el lugar.