
Ubicado en los suburbios de la ciudad de Oporto, en una parcela típica de dimensiones estrechas, el proyecto completa una fachada urbana que permaneció interrumpida durante años, tras la demolición de una antigua ruina.
El entorno en el que se sitúa se caracteriza por una gran diversidad de lenguajes, formas y materiales, lo que resulta en una ausencia de una fachada arquitectónica armoniosa.
Este edificio busca ser un objeto sereno en medio del caos.

Uno de los principios rectores de este proyecto fue el objetivo de crear un edificio que no introdujera una nueva combinación aleatoria de materialidades, evitando contribuir aún más al ruido visual de esta fachada urbana.
Así, el diseño contemporáneo, de líneas puras y rigurosas, y el color blanco característico de la arquitectura portuguesa fueron la solución adoptada para esta intervención.
En la fachada, destaca el minimalismo del trazado a través de las soluciones adoptadas, siendo visibles esencialmente los elementos de vidrio y el revestimiento exterior.
En el interior, el edificio se desarrolla en tres plantas interconectadas por una escalera central y se compone de unidades de vivienda.
En la parte delantera, donde se encuentra el acceso al edificio a través de un vestíbulo, existe una plaza de aparcamiento perteneciente a la unidad de vivienda del mismo nivel. Dicha unidad también se beneficia de la profundidad de la parcela, lo que le permite disfrutar de un patio trasero con zona ajardinada y un anexo de 30 m² en la parte posterior.

Las plantas superiores están compuestas por estudios, en los que destaca el diseño funcional y el aprovechamiento del espacio mediante soluciones de mobiliario.