Ubicado en las cercanías de Cascais, el jardín de infantes ocupa un terreno empinado y casi triangular en una urbanización de villas de gran tamaño. Densamente vegetado, el terreno forma un callejón sin salida donde el edificio de dos pisos ocupa su núcleo, adaptándose a la topografía e adaptando suavemente su volumen para salvar el mayor número posible de árboles.
Trabajando en estrecha colaboración con los maestros y pedagogos, el diseño intentó desafiar los principios preconcebidos de la planificación del espacio del aula hacia una interacción espacial más fluida y dinámica. Por lo tanto, tanto en el nivel de jardín de infantes como en el de escuela primaria, se intenta satisfacer la creciente demanda de flexibilidad en los métodos de aprendizaje. Después de la investigación y la prueba de maquetas, el módulo de aula pentagonal ganó consistencia como un entorno unificador capaz de responder a un proyecto educativo multitarea y dinámico.
Conceptualmente, estos espacios forman una especie de panal euclidiano, cuya teselación genera una serie de polígonos irregulares de altura variable dispuestos libremente para acomodar el programa de manera orgánica. Al hacerlo, rinde homenaje a una investigación de larga data sobre el diseño de panales y patrones orgánicos; una investigación que fue particularmente fecunda desde la segunda mitad del siglo XX en adelante. Desde figuras como Yona Friedman y los Metabolistas japoneses, hasta el Estructuralismo holandés y el Movimiento Neo-Liberty italiano, o incluso hasta la América corporativa de los últimos tiempos con Yamasaki y Larrabee Barnes, el panal ha sido constantemente presentado como una metáfora psicosomática de un tejido espacial progresivamente creciente que termina involucrando enfáticamente al espectador. Tal es el caso de este jardín de infantes, donde el espacio de circulación interior en los pentágonos de borde más grande se despliega en un sinuoso recorrido dentro de pasillos angulares.
Variando en escala y altura, las aulas, la biblioteca, la sala de arte y el comedor fluyen en una secuencia de espacios generosos y sorprendentes tanto desde el exterior como desde el interior. Blanqueado con cal quemada, la articulación tectónica entre las imponentes paredes de ladrillos de junta cóncava expresivamente trabajada enmarcadas por concreto vertido in situ, contrasta con grandes y transparentes paneles de vidrio enmarcados en gruesos marcos de madera pintada de blanco.
Estos últimos, cuando están abiertos, difuminan los límites entre el exterior y el interior. Además, el ladrillo ocasionalmente perforado permite la entrada de aire y luz a una serie de patios privados.
