
El proyecto de la Villa 95 se ubica en una parcela de geometría irregular dentro de Altos de Valderrama, en Sotogrande. Desde el inicio, la premisa principal fue maximizar la relación entre la vivienda y el entorno natural, buscando que el habitar diario se fundiera con el lugar. El emplazamiento tiene una ligera pendiente, lo que le permite tener una gran profundidad de paisaje.
El proyecto se configura mediante tres elementos sencillos que se agrupan de forma dinámica para adaptarse a la orientación y a la difícil geometría de la parcela. Los cuerpos habitados tienen la proporción más alargada posible para incrementar el contacto con la naturaleza. Contienen el terreno y el acceso rodado al norte y al noroeste, dos de los elementos se abren al este, son la terraza de la piscina y la zona de noche, mientras que la zona de día se abre al sur. En la yuxtaposición entre las piezas se encuentran los dos núcleos de comunicaciones. La estructura de la vivienda define su espacialidad, nos gusta pensar que se adapta al lugar como si siempre hubiese estado allí.

El encargo incluía un deseo muy claro por parte sus habitantes, concebir una casa capaz de acoger a varias generaciones. Esta idea de permanencia y versatilidad se traduce en una estructura racional que permite una flexibilidad funcional en el uso de los espacios, adaptable a las distintas formas de vida de quienes la habiten. Esta versatilidad la entendemos como una forma de sostenibilidad, puesto que se construye para permanecer en el tiempo. Con la misma actitud se plantea una arquitectura ajena a las modas, con capacidad para adaptarse a momentos futuros, con una voluntad de atravesar el tiempo e intentando no quedar obsoleto. Siempre nos ha inspirado esta vocación atemporal en las villas italianas del Renacimiento tardío, especialmente aquellas del siglo XVI, que han sido testigo del paso de generaciones, dibujando una continuidad entre arquitectura, tiempo y la vida del Veneto.
Los actuales habitantes, con una intensa vida social, solicitaron que la vivienda contara con una terraza en forma de belvedere, un lugar privilegiado desde el que contemplar el paisaje y recibir a sus invitados. Esta pieza se sitúa sobre la cubierta de la planta principal, funcionando como una prolongación elevada del espacio habitable, una escena abierta hacia un interesante paisaje.
En la planta sótano se incorpora un espacio de salud integral, concebido como un ámbito de uso compartido, iluminado mediante un patio inglés. Los usuarios tienen la intención de habitar intensamente la vivienda, por eso se disponen espacios donde poder trabajar, hacer deporte… también se incorporan todas las instalaciones puesto que la vivienda cuenta con un sistema de aerotermia y geotermia que la hace ser autosuficiente desde el punto de vista energético.

El acceso peatonal se produce desde el ángulo inferior de la parcela, mediante una terraza protegida de entrada, mientras que la pendiente ascendente de la calle permite el acceso rodado a la vivienda desde la cota más elevada, desembarcando de forma cómoda en la misma cota que la zona de día. Se resuelve así de forma natural la transición entre el espacio público y el interior doméstico.
Nos gusta imaginar la vivienda dentro de muchas décadas, transformada por sus futuros habitantes, adaptada a necesidades que hoy ni siquiera alcanzamos a intuir, pero que la arquitectura habrá sabido acoger sin perder su esencia.