
Rodeada de campos de naranjos que perfuman el aire con azahar durante la primavera y situada junto al río Turia, esta vivienda en Valencia se presenta bajo un título evocador: La masa y el éter. Un nombre que sintetiza el diálogo constante entre materia y ligereza, entre lo que se asienta y lo que flota.
Un plano liviano y elegante se eleva como la mínima expresión de cobijo, alcanzando la diafanidad al eliminar los límites entre interior y exterior. La casa se define por la proyección de su propia sombra, generando espacios cambiantes que invitan a habitar la luz y la penumbra. El volumen pétreo que sostiene el gran voladizo representa con precisión esa dualidad: la masa que sustenta y el éter que envuelve. En su encuentro se construye una arquitectura aque garantiza intimidad, sin renunciar a la conexión visual con el entorno.

El hormigón entablillado, con su textura cálida y artesanal, otorga materialidad y carácter al conjunto. Su gran plano volado, de canto fino y gesto preciso, se convierte en el elemento protagonista de la vivienda, proyectándose sobre el agua y deslizándose desde el volumen de la zona de noche. Suspendido con aparente facilidad, este forjado articula la vida bajo su sombra, donde el vidrio refuerza la sensación de levedad y permite una relación directa con el paisaje.
El proyecto responde con naturalidad a la geometría irregular del terreno y a las condiciones urbanísticas de la parcela. La zona de noche se configura como un cuerpo másico de muros de mampostería que actúan como anclaje estructural y visual. En contraste, el área de día se desarrolla bajo la horizontalidad del voladizo, con amplios ventanales que difuminan los límites entre interior y exterior. Desde el salón o la cocina, la continuidad visual multiplica las dimensiones del espacio y prolonga el uso hacia el jardín.
La materialidad y la luz natural se convierten en elementos arquitectónicos esenciales. Los interiores, revestidos con maderas de nogal, tonos neutros y textiles naturales, transmiten calidez y serenidad.
En el exterior, las terrazas de madera tropical y los pavimentos cerámicos actúan como espacios de transición entre la casa y el paisaje. La piscina abraza la zona de día y multiplica, con sus reflejos, la sensación de amplitud y ligereza que define la vivienda.

La zona de noche, en cambio, se abre al jardín a través de perforaciones que enmarcan visuales controladas, manteniendo una atmósfera más íntima. Un patio posterior y distintos niveles ajardinados conectan las plantas, incorporando luz y vegetación hasta el nivel inferior. Así, La masa y el éter se entiende no sólo como una idea formal, sino como una experiencia sensorial completa, donde la materia encuentra equilibrio en la levedad y la arquitectura se funde con la naturaleza.
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