
La casa se concibe como un volumen monolítico de geometría refinada, suspendido sobre una topografía con fuerte pendiente
Se accede a ella a través de un nivel intermedio, mediante una entrada empotrada en una fachada completamente ciega, lo que refuerza la percepción de volumen y opacidad en contraste con la ligereza del volumen principal. Las plataformas de hormigón que conducen a la casa replican el efecto de suspensión, estableciendo un diálogo formal con el edificio y acentuando la sensación de flotar sobre el suelo.

La envolvente, de composición rigurosa y minimalista, obtiene su riqueza del tratamiento de sus tres materiales esenciales: hormigón, metal y vidrio, organizados en grandes superficies interrumpidas por bandas verticales que enfatizan la proporción y la modulación del conjunto. Los materiales se muestran en su estado más puro, sin revestimientos ni adornos, lo que favorece un envejecimiento natural que realza el contraste entre la solidez del hormigón y la ligereza del aluminio y el vidrio. El hormigón mixto, presente tanto en el interior como en el exterior, revela un minucioso trabajo en la disposición del encofrado, donde ranuras precisas resaltan la repetición de segmentos y la integración de elementos constructivos —luces, goterones, rieles empotrados y sistemas de ocultación— dentro de una lógica tectónica coherente.

Un sistema de lamas de perfil vertical, tanto fijas como móviles, actúa como mecanismo para regular la luz y las vistas. Estas filtran la luz solar, proporcionan privacidad y, al mismo tiempo, permiten disfrutar de las vistas desde el interior. La doble piel creada entre el cerramiento acristalado y las lamas crea un espacio intermedio de sombra, una zona ambigua entre el interior y el exterior que se integra a la vivienda mediante grandes puertas correderas de vidrio.
A lo largo del día, la interacción entre la luz y la materialidad genera una percepción cambiante de la envolvente, donde las variaciones cromáticas del hormigón, el aluminio y el vidrio absorben y reflejan la atmósfera del paisaje circundante.
La entrada interior se resuelve mediante un vestíbulo revestido de madera, cuya calidez contrasta con la expresividad mineral de la estructura. Una escalera metálica, de trazos sutiles y estructura minimalista, conecta los diferentes niveles en una secuencia vertical permeable a la luz. La distribución del programa se organiza en torno a un espacio diáfano, donde la sala de estar, la cocina y el comedor se intersecan en una planta en forma de “L”, lo que permite que la cocina se retraiga a un segundo plano sin perder la continuidad con el resto del espacio. La conexión con el jardín se formaliza mediante una amplia zona de transición que refuerza la fluidez entre el interior y el exterior.
La atmósfera interior está definida por la imponente presencia de losas de hormigón visto, elementos metálicos exentos y grandes superficies acristaladas que difuminan los límites, estableciendo una relación directa con el paisaje y potenciando una espacialidad que fluctúa entre la opacidad y la transparencia, la solidez y la ingravidez.