
Breve historia del edificio: La construcción de la capilla comenzó en 1750 bajo las órdenes de los franciscanos y se terminó en 1772, cuando la congregación reunió los fondos necesarios para su finalización. Con la extinción de las órdenes religiosas en 1834, el edificio tuvo varios usos, entre ellos el de “taberna” local.
En 1954, el padre del actual propietario adquirió el edificio y, en 2002, su hijo heredó la propiedad. En cuanto al futuro del edificio, el actual propietario, João Calçada Correia, explica: “Teniendo en cuenta la historia religiosa de este edificio y el hecho de que soy coleccionista de arte, creí que el mejor uso sería transformarlo en un museo, dándole así un propósito digno a la propiedad”.

Estrategia del proyecto: La adaptación del edificio a un espacio expositivo se tradujo en una intervención que equilibró la conservación y restauración de la estructura existente con la introducción de elementos de nueva construcción que albergan las distintas colecciones: arte sacro, bastones excepcionales y pinturas en marfil.
Dada la naturaleza excepcional del edificio preexistente: su gran nave y su patio posterior, el proyecto se centró en diseñar un recorrido que fuera a la vez un espacio expositivo, organizando las tres colecciones de manera lineal y continua: En la nave principal (aprovechando sus muros y hornacinas), se exhibe la colección de Arte Sacro, reforzando simbólicamente los orígenes de la construcción original.

La colección Cane se distribuye a lo largo de una rampa, un elemento que aprovecha la verticalidad del edificio. Este elemento se ha diseñado como un paseo que “flota y se eleva” en el espacio, incitando y estimulando la sensación de descubrimiento del visitante.
A partir de este elemento, sobre el espacio del patio, se propone una tercera estructura: un volumen suspendido que acoge la exposición de Pinturas de Marfil y que finaliza con una escalera de caracol que devuelve al visitante a la planta baja, más concretamente al patio trasero de la antigua capilla.
Para crear un equilibrio entre tradición e innovación, los nuevos elementos adoptan materialidades diferenciadas según el tipo de obra de arte que se exponga: la rampa está hecha de una estructura de acero, recubierta de chapa metálica y pintada de blanco. Está diseñada de forma modular y admite un gran número de bastones (con una superficie de exposición de aproximadamente 45 metros lineales).
Su modularidad también facilitó su instalación dentro del edificio. En contraste, el volumen exterior suspendido, que alberga las obras de marfil, adopta un interior totalmente oscuro, creando un espacio íntimo y poco iluminado que invita al espectador a centrarse en los detalles de las pequeñas piezas expuestas. El espacio del patio y el área principal de la nave, por otro lado, recuperan los materiales típicos de las construcciones del Algarve (región sur de Portugal): suelo de baldosas de terracota, paredes encaladas y tejas “canudo” en la cubierta principal.

La puerta principal del museo, de madera y pintada de color rojo sangre, replica el modelo original de la puerta que había anteriormente. Finalmente, la estrategia de iluminación apuntó a potenciar las características singulares del espacio, en particular su inherente atmósfera dramática, reflejando su función original como lugar de culto.
En cuanto a la luz natural, se manipuló esta condición a través de aberturas dirigidas que crean contrastes entre zonas fuertemente iluminadas y otras en sombra. En cuanto a la iluminación artificial, todos los esfuerzos se centraron en focos para las piezas y objetos expuestos, en contraposición a una iluminación general, más homogénea y de menor intensidad.