
La arquitectura adopta un lenguaje sencillo, contemporáneo y discreto, respetando el entorno. A pesar de estar ubicada en la cima de la colina y a cierta distancia de la playa, la casa fue diseñada con el espíritu de una casa de playa en mente: luminosa, sencilla y en armonía con el exterior.

Uno de los elementos más llamativos son las contraventanas presentes en todas las aberturas exteriores, a excepción de una de las puertas laterales. Cuando las persianas están cerradas, dejan la casa completamente blanca, dándole un aspecto limpio y uniforme. Cuando están abiertas, revelan un tono ocre que recuerda a los tonos de la arena de la playa, dando a la casa un aspecto cambiante y vivo, según estén abiertas o cerradas. Este juego de colores y texturas permite que el edificio se transforme a lo largo del día y según el uso de los espacios, creando una relación dinámica con el lugar.
Los marcos de las ventanas en tonos champán refuerzan esta imagen, creando un contraste sutil con el blanco dominante de la casa. La casa tiene dos accesos: el principal, al este, conduce a un pequeño salón destinado a recibir a las visitas; el otro, más informal, al oeste, conecta directamente con un porche utilizado a diario para tender la ropa o realizar comidas al aire libre.

En el interior, se repensó la organización de los espacios para permitir una experiencia más fluida. La planta baja alberga las áreas sociales – salas de estar y cocina – promoviendo un ambiente más abierto y agradable. La planta superior se reservó para zonas más privadas, con un amplio dormitorio principal con armario integrado. En esta planta también encontramos un segundo dormitorio y un baño compartido.