
Una cinta de sombra y luz: la línea continua que dibuja una casa y une sus volúmenes.
Ubicada en una pequeña parcela, sujeta a una normativa urbanística poco sensible a la diversidad formal o espacial, esta casa nació del deseo de trascender los límites que le imponen. En un contexto donde a menudo observamos la repetición de volúmenes herméticos y la ausencia de diálogo con el exterior, el concepto rector de esta propuesta busca precisamente contrarrestar esta tendencia: explora la continuidad entre el interior y el exterior, entre lo lleno y lo vacío, entre la rigidez de la parcela y sus restricciones legales, y la fluidez de la vida doméstica.

La estrategia de diseño se basa en el modelado de un volumen compacto, en el que se inscribe un juego de sustracciones y aberturas, introduciendo ritmo, transparencia y amplitud. El volumen resultante parece a primera vista un bloque compacto, pero al recorrer sus espacios, esta percepción se disipa. Las transiciones son fluidas, las espacialidades sorprenden por su amplitud y luz, y la presencia del exterior, siempre orientado y enmarcado, es constante. La orientación solar y la relación con el vacío interior se asumen como pautas fundamentales para la forma exterior y la experiencia interior.

Dada la necesidad de coordinar un programa que incluía una vivienda y un anexo para garaje, y para evitar la fragmentación de dos cuerpos autónomos en una parcela tan compacta, se propuso fusionar los dos elementos en volumen. Esta integración se materializa en un gesto continuo, casi escultórico, que envuelve los volúmenes y dibuja una cinta cuyo suave movimiento los une. Esta solución dota al edificio de una identidad única, expresada en una silueta sinuosa que genera ritmos de sombras y luces a lo largo de la fachada, a la vez que realza la base de cerámica negra, con una fuerte presencia táctil y cromática.
Esta base oscura, deliberadamente contrastante, acentúa la horizontalidad del conjunto y sugiere una ligereza paradójica: la casa parece flotar, independizándose visualmente del suelo. La materialidad y el color contribuyen así a reforzar la narrativa formal y emocional de la arquitectura.
La distribución interior se organiza en torno a un vacío central que recorre verticalmente la casa, actuando simultáneamente como elemento estructurante y catalizador de la luz. Este atrio interior separa y articula dos áreas diferenciadas: en la planta superior, el área privada; y en la planta baja, el área social y de trabajo, a la vez que establece relaciones visuales y de convivencia entre los diferentes niveles. La entrada de luz cenital a través de este espacio le confiere una imaginería casi escenográfica, realzando la experiencia cotidiana y reforzando la continuidad entre los ámbitos social y privado. En consonancia con el exterior, la paleta de colores interior está dominada por tonos neutros (blancos, grises suaves y texturas minimalistas) que intensifican la luminosidad y acentúan el carácter introspectivo y sereno que los clientes imaginaron para su hogar.

El resultado es una casa con un lenguaje refinado y coherente, donde el equilibrio entre forma, función y contexto se manifiesta a través de la delicadeza de los detalles, la claridad de la composición y la atención a la proyección de la luz natural. Una arquitectura a la vez serena y expresiva, que destaca por su sutileza y la forma en que transforma la restricción en una oportunidad creativa.