Levantar una casa para un poeta. Hacer una casa para soñar, vivir, morir. Para leer, escribir, pensar.
Levantamos unos altos muros para conseguir una caja abierta al cielo, como un jardín desnudo, metafísico, con suelo y paredes de hormigón. Para crear un mundo interior. Excavamos en el suelo para plantar árboles frondosos.
Y flotando en el centro, una caja llena de la luz traslúcida del norte. Establecemos así tres niveles. El más alto para soñar. El del jardín para vivir. El más profundo para dormir.
Para soñar en lo más alto creamos como una nube. Una biblioteca construida con altas paredes de luz difusa a través de grandes vidrios traslúcidos. Con luz de norte para leer y escribir, para pensar y sentir.
Para vivir, el jardín con una luz del sur, del Sol. Una estancia que es todo jardín, con paredes transparentes que ponen en continuidad el dentro y el fuera.
Y para dormir ¿morir? Lo más hondo. Los dormitorios, abajo, como en una cueva.
Una vez más la cueva y la cabaña.
Soñar, vivir, morir. La casa del poeta.