Este espacio reinterpreta y encuentra inspiración en los antiguos palacios del s. XVIII y XIX donde la concatenación de salas ensalzaba la experiencia espacial. La planta cuadrada es dividida en una retícula de nueve espacios. Como resultado, una suma de 8 salas + 1, nueve cuadrados perfectos dotados de un carácter particular. La flexibilidad de esta disposición permite combinar indistintamente la exposición de colecciones, el desarrollo de eventos o la puntual venta privada. La secuencia de perspectivas cruzadas ensalza la condición museística del espacio a la vez que ofrece una presentación escenográfica y flexible de los productos en venta.
De entre las nueve salas, es el espacio central el que adopta una identidad característica. Manifiesta su singularidad a través del color y actúa como nexo; por un lado, conecta verticalmente las dos plantas y, por otro, ordena y articula los ochos espacios perimetrales. En su interior, una imponente escalera concebida como una escultura de microterrazo rojo, se convierte en el elemento central del proyecto.
Si bien el empleo de la geometría caracteriza este espacio, también se traslada al resto de salas. Unas contundentes piezas de microterrazo neutro y volumen puro ordenan el espacio y permiten realzar los productos allí expuestos. Por su parte, los pasos entre salas quedan enmarcados por medio de un revestimiento de piedra local valenciana, un gesto que enfatiza la contundencia geométrica de las transiciones y acentúa su profundidad.
En definitiva, este singular espacio invita a reflexionar sobre los nuevos códigos de venta, y propone una experiencia de compra basada en la rotundidad espacial y la cualidad material de sus atmósferas.