El paisaje sublime del lugar se funde con el mar, el cielo y la niebla. Del edificio al paisaje, la Casa Sinal domina la desembocadura del río Miño, el cerro de Santa Tecla, Caminha y la desembocadura del río Coura. Las líneas de la orilla y la topografía perfilan los contornos del paisaje que se define y refleja en la superficie del agua.
Desde el interior de la Casa Sinal, las vistas controladas ofrecen distintas perspectivas, transformando el espacio según la intensidad de la luz, las condiciones climáticas y la época del año. En primer plano, vegetación y edificios complementan los marcos, con un singular elemento de mampostería de granito en el extremo oriental, rematado por una cruz –Sinal dos Mareantes– que da nombre e identidad al lugar.
La presencia del Sinal en diálogo con el edificio existente y la intensidad del paisaje determinaron los principios del proyecto. El edificio preexistente de mampostería de piedra enlucida y pintada, con cubierta a dos aguas, se conecta a un nuevo volumen que surge del cruce de alineaciones entre fachadas y de la orientación de las vistas desde el interior hacia el paisaje lejano. El nuevo volumen, modelado y aligerado por los vacíos de la fachada blanca, se ve interrumpido al Norte por el estrecho balcón, y al Oeste por el balcón que da a la desembocadura del río y a la carretera.
La comunicación entre ambos volúmenes se realiza a través de un puente bajo el que se sitúa la entrada a la vivienda. En el interior, la madera de abedul sobre el suelo de cemento de mármol define los espacios, desde la entrada hasta la cocina, como una caja que nos guía por la casa y pertenece a las dos plantas, incorporando muebles empotrados. Complementando la cocina y en contraste con el abedul, el mueble de caoba es un cuerpo macizo interrumpido por un vacío que deja mirar al cocinero. También sirve de almacenaje para el comedor, que se extiende hacia la era de granito, que pronto quedará sombreada por la vegetación que cuelga de la pérgola.
De vuelta a la entrada, la escalera de Riga y el pasamanos, integrados en el volumen de abedul, nos conducen al primer piso. La vista sobre la desembocadura del río llena el extremo superior oeste de la sala de estar, mientras que hacia el este, el Sinal es prominente y la ventana de la esquina enmarca los ríos y Caminha, creando el escenario ideal para la sala de lectura. Los muebles de abedul continúan a lo largo del pasillo, sobre el suelo de Riga, y terminan con libros y discos de vinilo.
La conexión con el edificio existente se realiza a través del ‘puente mirador’, un espacio de contemplación, trabajo y lectura, que conduce a la zona privada de la casa. El eje visual entre dormitorios nos permite asomarnos desde el cercano sendero hasta la orilla del río Coura. Los miradores se alinean a través de una secuencia de ventanas y espacios, ofreciendo diferentes escenarios del entorno.
El recorrido por la casa se convierte en un descubrimiento de vistas, ángulos y planos en una interacción constante entre espacio y paisaje.